domingo, 9 de diciembre de 2012

Falsos filatélicos


Hacia 1860, veinte años después de la aparición del primer sello, ya comenzaron a circular falsificaciones filatélicas, obra de «fabricantes» alemanes, belgas, franceses e italianos. Se trataba de burdas imitaciones o facsímiles de los originales que empezaban a ser coleccionados. Con el desarrollo de las técnicas, las falsificaciones se fueron perfeccionando, hasta el punto de que hoy en día se coleccionan y algunas llegan a cotizarse muy por encima de los sellos originales. 
La falsificación filatélica está destinada únicamente al coleccionista. Tal vez por la atracción intrínseca que este tipo de falsificación puede conllevar para el coleccionismo, la variedad de objetos falsificados es muy grande, pudiéndose llegar a trucar sellos, matasellos, cartas o fragmentos de éstas. Las falsificaciones filatélicas se dividen en integrales y parciales.

Falsos integrales
El sello falsificado integralmente copia el original en todos sus detalles: papel de estampación, tamaño, motivos, color, filigranas y dentado si lo hubiere. Estas falsificaciones, que aún circulan en los mercadillos dominicales, están destinadas a aprovecharse de los coleccionistas inexpertos, deseosos de obtener a buen precio rarezas o primeras piezas emitidas durante el pasado siglo.
También consiguen engañar a los expertos si éstos se limitan a un examen apresurado.

Falsos parciales
Se denominan falsos parciales a las falsificaciones que se han realizado manipulando en parte un sello auténtico, bien sea sobrecargándolo, creando o cambiando el dentado, alterando los colores o la goma, invirtiendo el centro de la pieza o variando la filigrana.

Se emplea esta denominación porque, inicialmente, se parte de un sello auténtico, que se manipula para obtener un ejemplar de mayor rareza. Este tipo de falsificaciones permite numerosos trucos, que, en ocasiones, desorientan a los expertos por su ambigüedad.


El peligro de los facsímiles
Entre los sellos falsos integrales se encuentran las reproducciones exactas de los sellos originales, efectuadas como si fueran copias fotográficas. Habitualmente estas falsificaciones son realizadas por entidades privadas con el fin de comercializar rarezas a precios de ganga, pero que estampillan sus obras con la palabra «facsímil».
El fraude estriba en que esas piezas, en manos de terceras personas, pueden sufrir un lavado de la inscripción que avisa de la no autenticidad, con lo que el sello se convierte automáticamente en una falsificación.

Reestampaciones
Otra forma de engaño la constituyen las reestampaciones cuando se ofrecen como piezas verdaderas. Su característica principal estriba en que han sido

realizadas con materiales originales, esto es, con las mismas planchas, tintas y maquinaria que los sellos auténticos. Cuando la realización corre a cargo de una entidad emisora estatal y se destina al coleccionismo filatélico, coincidiendo con la conmemoración de un evento o aniversario, se reproduce anexa o encima la palabra «reestampación». El riesgo de fraude existente consiste en que esta inscripción se borra, para la venta posterior de las piezas.


El mayor peligro al que se enfrentan en la actualidad los coleccionistas filatélicos estriba en los denominados falsos parciales, que se subdividen en más de quince categorías diferentes: desde las falsas sobreestampaciones a la manipulación de parte de las piezas o, incluso, de los matasellos. Por lo general, estas irregularidades sólo pueden descubrirlas los peritos, a los que se acude cuando hay dudas sobre la bondad de un sello. A ellos corresponde certificarlo o incluirlo en la amplia lista de engaños. 
Como primer ejemplo de falso parcial podemos considerar la manipulación de un sello tipo original sobreestampado con una sobrecarga falsificada. El lavado de piezas también es una práctica corriente en el mundillo de la delincuencia filatélica. De un sello matasellado, tratado con disolventes químicos que no dañen el color, y al que además se añade goma en el dorso, podemos obtener perfectamente un sello nuevo que aumente su valor de mercado. Por el contrario, si los catálogos valoran la pieza matasellada por encima de la nueva, el método de falsificación consiste en reproducir mecánicamente o a mano un cuño sobre parte del sello.
Gomas, filigranas y dentados
La tendencia actual es coleccionar el sello nuevo, con su goma original en el dorso. En este caso, los falsificadores utilizan métodos complejos para reengomar una pieza, llegando a despojar la goma de un sello bueno para extenderla mediante un spray sobre el trucado. Incluso existen máquinas engomadoras que realizan tal función.
Si el caso anterior es frecuente, no lo es tanto el añadido de filigranas.
La filigrana falsa se obtiene adelgazando ligeramente el papel y dándole la forma afiligranada o montando el sello original sobre un papel con filigrana obtenido de otro sello o de bordes de hoja.

Cuando los sellos clásicos tienen más valor dentados que sin dentar, se falsifican tomando un sello sin dientes, de amplios márgenes, y transformándolo con una máquina de coser o de perforar. Cuando el dentado es lineal, esta operación resulta fácil. También se lleva a cabo la operación inversa, esto es, suprimir el dentado recortándolo con un simple par de tijeras o montando el sello sobre un borde de hoja. Se falsifican asimismo las cartas, eliminando una o la totalidad de las piezas originales que llevaban adheridas y sustituyéndolas por otras de mayor valor, o bien aprovechando un sobre que haya realizado su función circulatoria sin efectos timbrados.

Sellos pintados
Existen también sellos pintados a mano. El laborioso trabajo se realiza directamente sobre el efecto postal o sobre un papel de época. En algunos casos, se trata de falsificaciones de ejemplares inexistentes en los que el falsificador se ha dejado llevar por su fantasía
http://www.redfilatelia.com

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