jueves, 31 de enero de 2013

Arte griego en las moneda




Por Rafael Tauler Fesser

Fuerza, ferocidad, habilidad, acción, destrucción, todo esto nos muestra esta escena de lucha entre un león y un toro. El autor de esta escena, con un perfecto dominio de la anatomía animal, se ha esmerado en proporcionarnos toda la belleza, el movimiento y la acción que en la lucha por la vida pueda plasmarse en un instante.

Músculos en acción, feroz expresión de la cara del león, con sus ojos penetrantes, sus fauces desgarradoras atravesando la fuerte piel del toro, sus garras que se clavan con inmensa ferocidad... al fin el violento ataque del predador hace que el toro se humille y que hinque sus patas delanteras en tierra; en su rostro refleja resignación; ferocidad-humillación son las dos caras que describen al vencedor y al vencido...

Describir la belleza del arte griego plasmado en monedas es una ardua tarea que necesitaría páginas y páginas de imágenes y como esto no es posible he elegido tres piezas del siglo IV a.C. que representan la lucha en la naturaleza, la fuerza de los semidioses, y las luchas de los hombres-dioses en la mitología.


Así que intentaré mostrar la simbiosis que este arte monetiforme logra entre la fuerza y la belleza.

Volviendo a la pieza que encabeza este artículo, se trata de una estátera de electrum, acuñada hacia el 350 a.C. en Cícico (en latín Cyzicus) ciudad griega de la Propóntide, en Misia, Asia Menor. Tiene un diámetro de 20 mm. y un peso de 15,98 gr.

Veamos anverso y reverso a su tamaño real:
Descripción: Anv.: Toro que se humilla a la izquierda, atacado por un león, a derecha, que le clava las garras en el costado; debajo, a la izquierda, un atún. Rev.: Cuadrado incuso cuatripartito.

Se mire como se mire se trata de una moneda excepcional. En esos pocos milímetros el artista ha confeccionado un cuño, sobre hierro y en incuso, trabajando con primitivos buriles y, supongo, que con deficientes o nulas ayudas de lentes de aumento.

Se conocen cuatro ejemplares y parece ser que éste es el único que está en manos privadas. Está acuñada en perfecto estilo clásico. El símbolo del león y del toro es un tema muy antiguo en la numismática griega, aparece ya en monedas de Creso, 560-546 a.C., el célebre y riquísimo rey de Lidia. El primer prototipo de esta moneda es un tetradracma de Acanto. El grabador de esta pieza ha superado al modelo en finura y en expresividad. El alto relieve y la complejidad del motivo explican la rareza de esta pieza.
La segunda pieza acuñada en Panticapea. Tracia (Norte de Grecia). Se trata de una estátera de oro. Hacia 340-325 a.C., con un diámetro de 22,5 mm. y un peso de 9,11 gr. nos muestra, en anverso, la cabeza salvaje y satírica de Pan mirando a izquierda con corona de hiedra. La serena y semisalvaje mirada de un semidiós, de un fauno de los bosques; es Pan (en griego“todo”) era el semidiós de los pastores y rebaños en la mitología griega. (En la mitología romana se identifica a este dios con Fauno). Pan era también el dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina desenfrenada. Dotado de una gran potencia y apetito sexual, se dedicaba a perseguir por los bosques a ninfas y muchachos en busca de sus favores. Vivía rodeado de ninfas en una gruta del Parnaso llamada Coriciana. Cazador, curandero y músico. Habitaba en los bosques y en las selvas espantando a los hombres que penetraban en sus dominios. Tocaba la Siringa, a la que también se conoce como Flauta de Pan. Se dice que Pan era especialmente irascible si se le molestaba durante sus siestas. Los habitantes de Arcadia tenían la creencia de que cuando una persona hacía la siesta no se la podía despertar bajo ningún concepto ya que de esa forma se interrumpía el sueño del dios Pan. Por último, como deidad, representaba a toda la naturaleza salvaje. Por ello se le atribuía la generación del miedo enloquecedor. De ahí la palabra pánico que, en principio, significaba el temor masivo que sufrían manadas y rebaños ante el tronar y la caída de rayos.

En reverso vemos a un grifo caminando a izquierda, con la cabeza mirando al frente, que lleva una lanza en la boca; y bajo sus patas una espiga. La palabra  IIAN circunda la escena. Normalmente los grifos se representaban con cuerpo de león y la parte delantera de un águila; existen numerosas representaciones y este grifo que ahora observamos tiene cuerpo de león, las patas delanteras terminan en garras, tiene alas y cabeza de algún ser con cuernos. Una leyenda griega relata que el dios Apolo había ido a buscar grifos y había regresado a Grecia cabalgando a lomos de uno de ellos. Estaban consagrados a Apolo y vigilaban sus tesoros y velaban por el oro. La razón de esta vigilancia podía deberse al deseo de proteger sus crías, puesto que hacían sus nidos con hilos del precioso metal. 


Veamos a su tamaño real este hermoso ejemplar: 
Por último, tenemos un Doble decadracma o 100 litrae u octóbolo, acuñado hacia el 400 a.C. en Siracusa, Sicilia, con un diámetro de 15 mm., un peso de 5,76 gr. Nos muestra en anverso la cabeza de Aretusa mirando a la izquierda, con collar y pendientes, los cabellos recogidos con una redecilla decorada de estrellas; detrás de la nuca, un grano de trigo y rodeando su figura . Aretusa es una náyade hija de un dios fluvial arcadio y conocida cazadora. El río Alfeo se enamoró perdidamente de ella, pero Aretusa, que se había prometido permanecer siempre virgen, pidió auxilio a su compañera Artemisa, que la transformó en corriente de agua para que huyera así de las solicitudes del dios. Cuando se vio totalmente acorralada, Aretusa dirigió su curso bajo el mar y apareció en la isla de Ortigia, generando el manantial que lleva su nombre, cerca de Siracusa. Queriendo aún así materializar su amor, el río Alfeo mezcló desde entonces sus aguas con las de la fuente Aretusa. La ninfa suele estar representada en las monedas siracusanas rodeada de delfines. 

Qué belleza, qué serenidad en el rostro, qué relieve en sus pómulos; otra vez contrastamos la belleza con la acción...

Veamos el reverso: Heracles (Hércules), desnudo, asfixiando al león de Nemea. Se trata de la representación del primero de los doce trabajos de Heracles que debía matar al león y despojarle de su piel. El león había estado aterrorizando los alrededores de Nemea y tenía una piel tan gruesa que resultaba impenetrable a las armas. Heracles se enfrentó a él por primera vez usando su arco y sus flechas, un garrote (garrote que podemos ver al pie de la escena) hecho de un olivo (que él mismo había arrancado de la tierra) y una espada de bronce; todas las armas resultaron inútiles. La morada del animal tenía dos entradas: Hércules lo azuzó hasta que el animal penetró en ella, taponó una de las entradas y acorralándolo por la otra lo atrapó y lo estranguló.

Heracles empleó horas intentando desollar al león sin éxito. Por fin Atenea, disfrazada de vieja bruja, ayudó a Heracles indicándole que las mejores herramientas para cortar la piel eran las propias garras del león. De esta forma, con una pequeña intervención divina, consiguió la piel del león que desde entonces vistió a modo de armadura.

Veamos la moneda a su tamaño real:

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